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La mirada de Ulises. Theo Angelopoulos

La mirada de Ulises (To Vlemma tou Odyssea) 1995 Theo Angelopoulos


«En el camino te pierdes y terminas solo, atraviesas todas las versiones del viaje, de la más literal a la más metafórica, del viaje de vuelta al viaje utópico, de paso hacia un allí, un otro lado o un ningún lado». Theo Angelopoulos.


A

“A” –trasunto de Angelopoulos– viaja a través del conflicto étnico de los Balcanes. Macedonios, bosnios, croatas y serbios se entremezclan como personajes de viejas historias mitológicas. “A”, el personaje, realiza un viaje personal por sus recuerdos, pero Angelopoulos también lo hace por su propio mundo creativo. El film contiene referencias y diálogos de sus películas anteriores formando un cuerpo homogéneo que transita por unas mismas intenciones y obsesiones.

«La mirada de Ulises refuerza el sentido de lo que he dado en llamar el elemento faulkneriano, es decir, la existencia de un universo ficcional al que se recurre en cada película por lo que se refiere a personajes, localizaciones, acciones, temas y situaciones». Andrew Horton.

En La mirada de Ulises, pues, el director griego plantea un compendio y reflexión sobre la Historia, el cine y su propia filmografía.

MUHK

«¿Por qué «A»? Es una elección alfabética, autobiográfica. Todo director recuerda la primera vez que miró por el visor de una cámara. Es un momento que supone no ya el descubrimiento del cine, sino del mundo». Theo Angelopoulos.

 ULYSSES

La Odisea está presente en sucesivas reverberaciones (Kali-calipso; niño-Telémaco; Lenin-cíclope vencido). Se desciende al Hades (allí donde ve a su familia y habla con el reflejo de su madre muerta). Las mujeres se suceden en homérico orden (Penélope, Circe, Calipso, Nausícaa) siempre representadas por la misma actriz (Maia Morgenstern) para desvelar la resonancia mítica de las mujeres de La Odisea. La mirada de Ulises funciona articulando el viaje como contexto de conocimiento y aventura (aplicándonos libremente las connotaciones de adventura en latín: «las cosas que han de llegar»).

La misma mujer porque viajamos por la ensoñación a través de un tiempo que es “uno” a la manera de Proust, Bergson o Eliot; esa manera en que todos los tiempos están en un solo tiempo. La misma mujer, el mismo tiempo. Una misma y eterna guerra por la que transitar.

LENIN

La relación con T. S. Eliot es esencial (lo señala Pere Alberó en su estudio crítico sobre la película). Por un lado, la concepción temporal como orden simultáneo donde se mezclan tiempos y recuerdos (Eliot: «Si todo tiempo es eternamente presente… Lo que pudo haber sido y lo que fue apuntan a un solo fin»); por otro, La mirada de Ulises es una cinta repleta de referencias y autorreferencias a la manera intertextual y modernista de La tierra baldía, donde la construcción del poema se llena de alusiones a mitos como el Grial y referencias culturales, religiosas y antropológicas.

Esa unidad como escenario del tiempo (un vals que recorre varios años, la mezcolanza de recuerdos de A y los hermanos Mannakis, etc.) encuentra acomodo “estético” en el habitual sentido sintético del plano, el uso del travelling y el montaje del realizador griego. No rompe la unidad en la escena de la fiesta familiar, la muerte inicial del cineasta anciano o la aparición de Keitel decenas de años después. Elipsis enorme que no fracciona.


La GUERRA

Nos trasladamos –nos trasladan, nos llevan a la fuerza– a un conflicto que evoca invasiones otomanas de siglos pasados. Angelopoulos indica una guerra que no cesa; un estado y flujo de repetición constante y de eterno retorno que desvela la ignorancia y sinsentido humanos («Cuando el principio y el final se confunden, la historia no nos ha enseñado nada». T. S. Eliot). Un viaje hasta el epicentro mismo de la guerra de Bosnia.

la guerra


El VIAJE

«Al principio fue el viaje». Yorgos Seferis.

Por eso la búsqueda del bálsamo del inicio y la semilla. Un principio que restaure la mirada, una mirada de razón y pureza. El trayecto iniciático del niño, una Historia joven. El cine, como arte universal, puede purgar nuestra mirada ante la universal  lacra de la guerra.

Viajamos por Grecia, Albania, Macedonia, Bulgaria, la frontera entre Serbia y Rumania en busca del principio rastreando tres bobinas tan míticas como las tres brujas macbethianas; metáfora de un viaje de conocimiento y catarsis.

«El viaje… No ha terminado. Continúa el viaje para encontrar un hogar. Eso es una especie de esperanza». Theo Angelopoulos a propósito de La Odisea.

Vamos hacia los primeros pasos del cine, el punto donde el periplo literal (Sarajevo) y el metafórico (viaje personal de “A”) se funden con el de los dos pioneros (como dos fueron los Lumière) hermanos cineastas (Miltos y Yannakis Mannakis).

fin

Buscamos nuestro propio inicio para así explicar nuestra conclusión y refundarnos. Porque todas las historias son la misma historia y desde el principio de los tiempos no somos más que mitología.

Paisaje en la niebla. Theo Angelopoulos

Paisaje en la niebla (Topio stin omichli) 1988 Theo Angelopoulos


INTRO

A fuerza de lugar común, pareciera que afirmar aquello de que sugerir es mejor que mostrar ha quedado vacío de contenido. Un tópico, algo que se recita sin casi reflexión. Yo, pese a todo, creo que sí, que es mejor sugerir, pero… ¿cómo justificarlo? ¿Por qué esa sugerencia es mejor que la constatación? Me sirvo para ello, por supuesto, de la famosa escena del camión (sin más detalle por temas de spoiler).

PUNTO DE PARTIDA

El arte (quizás) no debe traspasar determinados umbrales para no ir en contra de la belleza última que es su fin (belleza, entendamos, como trascendencia artística). Sugerir es esconder. La evocación es un mecanismo de protección del arte; allí donde la constatación mata por su evidencia lo artístico, la sugerencia potencia el efecto: «Lo muy preciso hace impura tu vaga literatura», cantaba Mallarmé.

Recurramos a la bibliografía; no por argumento de autoridad sino de curiosidad.

LAOCOONTE

G. E. Lessing en su obra de estética Laocoonte nos deja un auténtico tratado sobre el asunto este de la sugerencia. Sucintamente:

1) El sacrificio de Ifigenia, de Timantes. Desaparecida pintura (la conocemos gracias a copias posteriores) donde el dolor de Agamenón (padre que observa cómo su hija va a ser sacrificada) se ocultaba tras un velo. Como dice el propio Lessing: «Lo que no podía pintar, dejó [Timantes] que el contemplador lo adivinara (…) Tapar el rostro de Agamenón es un sacrificio que el artista hace a la belleza. La expresión debe subordinarse a la ley de la belleza».

Timantes

2) Medea matando a sus hijos, de Timómaco. Y cito: «A Medea no la tomó en el momento en que está asesinando a sus hijos sino unos momentos antes, cuando el amor de madre está luchando todavía con los celos. Temblamos ya de ver cómo va a entregarse a toda la violencia de su furia y nuestra imaginación va más allá de cuanto el pintor hubiera podido haber mostrado».

Sugerir, así, tendría dos efectos: preservar la belleza y multiplicar el efecto apelando a la imaginación espectadora. Mostrar, de esa forma, implicaría romper la magia. Se calma la impaciencia del misterio y dejas de estar a la belleza inherente del arte. En cambio, si quedas insatisfecho, sin concluir, sin ver, puedes tantear aún las formas invisibles del drama o la tragedia. Como también dice Lessing: «Si Laocoonte gime, la fantasía puede oírle gritar. Si grita no puede elevarse» (ver el Laocoonte y sus hijos).

LA ESCENA

Y es que la escena que nos ocupa de la película es finalmente bella. Triste pero (estéticamente) bella. Aunque sea el horror lo que sucede en ese camión, el infierno queda oculto a nuestros ojos y surge a primer término la paleta de recursos artísticos del director: el profundo desgarro de la lona y el silencio cómplice de la carretera, la gestión del tiempo cinematográfico (el retrato de la espera, el contraste entre la imagen en off y el respeto escrupuloso del tiempo real) y el desenlace callado y sereno… Es bella porque no se prostituye mostrando aquello que entorpece y afea el arte: el gesto obsceno y sedicioso de lo extremo que cercena la imaginación (muy discutible en ese sentido es el innecesario subrayado de la sangre).

Muchos podrán argüir que en lo explícito radica el impacto emocional (es así en la mayoría de films). Que la constatación duele más precisamente porque se ve.

Al final todo es cuestión de opinión. Y la opinión es una misma cosa enfocada desde lados distintos (opinar no es por tanto cuestión de «verdad», sino de geometría). Será cada espectador el que decida cómo vivir su cinefilia. Si a través de paisajes o de nieblas. Intentando abarcar la eternidad o aferrándonos a la seguridad de un concreto día.